Nueva vida sin cigarrillos
En cumplimiento del pedido
BENDECIDOS Y ACTIVOS
Las personas mayores encuentran espacio en la IIGD para dar rienda suelta a su potencial
A sus 72 años, la peluquera Rosilda Nunes de Paiva Lima está activa y feliz. La emprendedora es miembro de la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios desde hace 13 años. Entre los hermanos, encuentra más significado para su propia existencia. “Dentro de la Iglesia soy una sierva del Señor, que participa en propósitos y busca estar en las reuniones de fe y acciones sociales”, dice satisfecha. El evangelismo y la ayuda a los necesitados son algunas de sus actividades favoritas en el Reino de Dios, a través de las cuales tiene la oportunidad de contar a otros sobre sus bendiciones. “Desde que veía los programas del Dr. Soares, sentía deseos de frecuentar la Iglesia de la Gracia”, recuerda. A Rosilda también le gusta donar su trabajo como peluquera a quienes no pueden pagarlo. “Le pido sabiduría al Padre para dar lo mejor de mí y anunciar cómo nuestro Dios es poderoso y capaz de transformar cualquier vida. ¡Soy bendecida!”, resume.
Personas como ella, que han llegado a la vejez, son cada vez más numerosas en las iglesias evangélicas. Entre hermanos menores, jóvenes y niños, se sienten parte de una comunidad de fe y útiles, precisamente en una etapa de la vida en la que muchos ya se han impuesto al autoexilio impulsados por el desánimo, la enfermedad o la falta de perspectivas. En los muchos templos de la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios en todo el país, es común ver a personas como el jubilado José Félix dos Santos, de 81 años. Por cierto, fue uno de los primeros miembros del ministerio en su ciudad. “Hace 25 años que estoy aquí”, dice Félix, admitiendo que no tiene mucha capacidad de comunicación en las redes sociales, pero que, aparte de eso, “hace de todo”.
Él, que ahora trabaja como colaborador, conoció la IIGD viendo el programa del Dr. Soares. Antes de eso, Félix era de otra religión. “No tenía la salvación. Después de conocer a Jesús y comprender su Palabra, Él ha hecho milagros en mi vida y en la de mi familia”, dice el anciano, que tiene hijos y nietos; la mayoría de ellos están en el Evangelio por su testimonio. Después de trabajar durante años en agencias vinculadas al Ministerio de Salud, José Félix ahora tiene mucho tiempo para hacer lo que quiere, y eso incluye la frecuencia regular a la casa del Señor. “Considero que esta comunión en la Iglesia es importante para alguien de mi edad”, señala. “Aquí, encuentro compañía y sentido de utilidad”.
Esta percepción de que, después de los 60 años, aún es tiempo de dar frutos para el Señor, anima a Maria Auxiliadora, de 72 años. “Encontré las reuniones de fe de la Iglesia de la Gracia por la televisión, en 1994”, dice. Una vez, enferma, con problemas renales y dolor en los brazos, oró con el Dr. Soares y recibió la sanidad divina. Auxiliadora colabora mucho en los servicios de la iglesia, trabajando como colaboradora. Ella se siente feliz con la oportunidad de trabajar en la mies del Maestro: “Participo en el coro y el Espíritu Santo me usa en alabanza. A veces, alabo Su Nombre en lenguas extrañas. A mí también me gusta evangelizar en grupos”, revela la anciana. Ni siquiera quiere escuchar la historia de que personas como ella ya están cansadas y deben descansar: “¡El Espíritu Santo usa a quien quiere, como quiere!”
PLURALIDAD Y ENRIQUECIMIENTO
Un proceso natural de la existencia humana, el envejecimiento les cobra su factura a todos. Además de las dificultades sociales y económicas provocadas por la pérdida de capacidad laboral y la reducción del valor medio de las pensiones y jubilaciones, la propia sociedad discrimina a las personas mayores, aunque esta situación ha ido cambiando lentamente en los últimos años. Uno de los mayores dramas de la vejez es el de afrontar la soledad tras la muerte del cónyuge y la distancia geográfica, así como psicológica, de los hijos y nietos. Además, los problemas de salud mental se agudizan en esta etapa. Un estudio realizado el año pasado por la Fundación Oswaldo Cruz reveló que los trastornos neurológicos afectan aproximadamente al 30% de los ancianos. Según la encuesta, la mayor prevalencia se da en mujeres, personas de 80 años o más y que tienen un mayor número de enfermedades incapacitantes o crónicas.
Hay varias formas de analizar la vejez, y los enfoques difieren según el ángulo del observador. “Por medio de la Psicología, podemos mirarla de varias maneras. Pero ciertamente destacaría la etapa tardía de la vida como un lugar donde el sujeto es más consciente de sí mismo como un ser finito. Es consciente de su proceso de envejecimiento y de su propia muerte”, señala el psicólogo Davi Reiche, de Rio de Janeiro. Reiche menciona la necesidad de que las personas mayores acepten cambios en los roles generacionales, lidien con las pérdidas, la jubilación y las limitaciones fisiológicas, como un momento de revisión y desaceleración, en el que puedan aprovechar sus conocimientos y apoyar a otras generaciones, manteniendo sus intereses personales.
Evangélico, el terapeuta enfatiza que el papel de la espiritualidad en la salud mental ha sido ampliamente estudiado. “Desde 1998, la Organización Mundial de la Salud ha agregado la dimensión espiritual al concepto más amplio de salud, que ahora se ve como un estado de completo bienestar físico, mental, social y espiritual, y no solo la ausencia de enfermedad”. En tal contexto, ser parte de una comunidad de fe puede marcar la diferencia. Según Reiche, los beneficios de la actividad religiosa son enormes: “Algunos estudios muestran que tener una religión puede promover el bienestar psicológico, reducir los pensamientos y comportamientos suicidas, mejorar la inmunidad y combatir la depresión y la ansiedad”. Por todo ello, la participación de las personas mayores en la iglesia es fundamental: “La comunidad cristiana gana con pluralidad y diversidad. Cuando incluimos a los ancianos en nuestras congregaciones, además de ser agraciados con su presencia, ponemos en práctica uno de los mandamientos del Señor: honrar al papá y a la mamá”. Davi Reiche también recuerda el texto de Tito 2: 3-5, que aconseja a las mujeres mayores que enseñen a las jóvenes a crecer en piedad en sus relaciones. “Así se enriquece el Cuerpo de Cristo”, completa.
SIN BLA-BLA-BLA
Nazaret Rates da Rocha, de 73 años, es una de esas que se sienten totalmente incluidas en el Cuerpo de Cristo. “Soy eléctrica”, bromea, aludiendo a sus diversas actividades. Aunque todavía trabaja, asegura que pasa más tiempo en la iglesia que en casa: “Si me pierdo una reunión, me siento inquieta”, dice esta dedicada colaboradora, que hace 19 años sirve al Señor y a los hermanos fielmente en la Iglesia de la Gracia. “Participo en el grupo de oración y de las Mujeres que Vencen”, dice. Tal compromiso es fruto de la gratitud por el poderoso cambio de vida que Nazaret experimentó en Cristo. “Cuando llegué a la Iglesia de la Gracia, estaba muy mal, con depresión y espíritu suicida. Encontré refugio aquí”.
Después de su conversión, pronto se bautizó y se ofreció como voluntaria para colaborar en la obra. “Es un honor servir al Señor en la Iglesia de la Gracia, donde aprendí todo lo que sé sobre el mundo espiritual”. Nazaré, que tiene 7 hijos y 13 nietos, es una mujer que se cuida y está bien conectada con el mundo que la rodea. Hasta hace poco, practicaba actividad física tres veces por semana. Sin embargo, una fractura de fémur la obligó a pasar un largo y tedioso período de inactividad. “¡Pero el médico ya me dio alta para volver!”, afirma.
“Todos quieren tener una vejez sana y realizada. Pero, muchos se sienten desamparados, pues la sociedad no se preocupa con acoger y respetar a este grupo de edad”, observa el pastor Lauro Doriel, de la IIGD, quien recibe a las personas mayores para atención espiritual y asesoramiento, y recomienda una ruptura de la inactividad: “Nuestro consejo es que participen en los programas de la Iglesia y se alimenten de la Palabra. De esta manera, nuestros ancianos tendrán una mente sana y se adaptarán más fácilmente a las nuevas realidades”.
Lauro subraya que, en la Iglesia, los ancianos reciben un trato digno: “Ellos descubren que su vida es, efectivamente, de gran valor para Dios y, en la integración con los grupos, se sienten productivos, fortalecidos y amados”. El pastor deshace un mito sobre la religiosidad en esta etapa de la vida: la resistencia a la conversión. “La mayoría ya tiene formada su opinión debido a la experiencia, pero también está más abierta a escuchar, siempre que se respeten sus experiencias. Creo que el Espíritu Santo actúa en los corazones de aquellos que escuchan la Palabra, sean ancianos o no”.
Viuda después de 55 años de matrimonio, la jubilada Elza Gomes Lins es colaboradora de la IIGD: “Fue la primera iglesia a la que fui y nunca salí de allí”, insiste en contar. “Profesaba otra fe. Conocí la fe verdadera en el programa del Dr. Soares cuando sufría de osteoporosis. El médico decía que no había sanidad para tal. Lo único que me quedaba era tomar medicinas el resto de mi vida, para aliviar el dolor”, recuerda. Invitada a participar en la oración de fe, creyó en el poder del Señor. Era madrugada y el Dr. Soares animó a los telespectadores a que verificaran los síntomas en los órganos y partes del cuerpo afectados por la enfermedad: “Moví las piernas, levanté los brazos, algo que no podía hacer, y no sentí dolor. ¡Estaba sanada!”.
En la iglesia, Elza conoció un lado diferente de la vida: el del amor de Dios. “Paso por luchas, pero el Señor me fortalece”. A los 80 años está integrada en la Iglesia: realiza visitas evangelísticas, ayuda en la cocina e incluso fue presidenta del coro. “Antes, me sentía sola. Ahora no. Dicen que los viejos no pueden hacer nada, todo eso es bla, bla, bla, pues yo no me veo así”, dice en tono divertido. Abuela de ocho nietos, es un ejemplo de fe para la familia. “Todo lo que Dios me envía, lo hago”, enseña. “Aquí en la Iglesia, dicen que soy una líder, pero no creo que sea un líder. Solo soy un sierva que intenta complacer a su Señor”.