Siria atraviesa uno de los momentos más difíciles de su historia milenaria. En guerra civil durante casi diez años, la nación, que se menciona varias veces en la Biblia, está semidestruída. A pesar de ello, a través de los programas de la Iglesia de la Gracia en árabe, la luz del Evangelio ha brillado en esa tierra sufriente. “El Evangelio está llegando a personas que, de lo contrario, no tendrían la más mínima condición para escucharlo”, testifica el sirio Thaer. “Podemos escuchar la Palabra de Dios incluso en comunidades donde el cristianismo está prohibido”. Thaer se revela a sí mismo como una de las personas que aceptaron a Jesús como Salvador a través de las reuniones y programas del Dr. Soares. Él se puso en contacto con el equipo de la Iglesia y ha recibido oraciones, edificación espiritual y enseñanzas. “Estoy ricamente bendecido y liberado del pecado”, afirma. Thaer ha hablado a muchos de su experiencia con Cristo. Y pide: “Oren por Siria, para que soportemos las tribulaciones por la fe”.
PAKISTÁN
“¡Fue un milagro!”
Rukhsana Piara Masih es una joven profesora que vive en Lahore, una ciudad importante de Pakistán. Dice que el pasado 10 de marzo, cuando regresaba del trabajo, sintió un dolor intenso en el brazo derecho, que se extendía hasta el hombro. “Pensé que pasaría, pero a la mañana siguiente, el dolor se volvió tan intenso que ya no podía mover el brazo”, recuerda. Incapaz de vestirse sola, fue al médico. En la consulta, supe que el problema se llamaba “hombro congelado”, una condición que puede ser transitoria o definitiva. “Me recetaron medicamentos, pero no tuvieron ningún efecto”. Tiempo después, un conocido le habló de la página del Dr. Sores traducida al urdu, uno de los principales idiomas que se hablan en el país. “Fue entonces cuando allí pedí oración”, dice Rukhsana. Después de tres días, se sintió mejor, pero aún no pudo levantar la extremidad. “Era una señal de que Dios estaba escuchando mis oraciones”, pensó la maestra llena de fe. La semana siguiente, mientras dormía, Rukhsana sintió un fuerte ardor en el brazo. Era el poder del Señor actuando. “¡Fue un milagro!”, afirma. “No tengo más dolor y puedo moverme con normalidad”.
ORIENTE MEDIO
El resplandor de la luz de Cristo
El afgano M. M. vive en una nación del Medio Oriente donde la fe cristiana sufre severas restricciones sociales y legales. Aunque no puede identificarse por razones de seguridad, M. M. ha encontrado la verdadera libertad. «Era musulmán, pero quiero compartir lo que pasó en mi vida», revela. Hace un año, comenzó a seguir la página de Facebook del Dr. Soares y a ver el programa Show de la Fe. “Desde entonces, amé a Jesucristo y me interesé en saber más de Él”. El siguiente paso fue contactarse con el equipo del Dr. Soares a través de las redes sociales. Por invitación de ellos, M. M. comenzó a participar en el Curso de Fe. “Acepté a Jesús como el Salvador de mi vida y ya asisto a una iglesia local”, dice. “Estoy feliz siguiendo a Jesús y quiero agradecer a todos los que ayudan en esta hermosa obra”.
MALASIA
Visa renovada
Como muchos jóvenes de su país, el paquistaní Nardosh Amit Masih abandonó su tierra natal en busca de mejores condiciones de vida. En Malasia, una nación del sudeste asiático, encontró trabajo como camarero. “Trabajaba para ayudar a mi familia”, explica. Sin embargo, su visa expiró y, sin protección legal, Nardosh perdió su trabajo. «Me inscribí en el proceso de renovación, pero no obtuve ninguna respuesta de la embajada». Aunque hizo varias entrevistas de trabajo, no se abrió ninguna puerta y su situación comenzó a tornarse crítica cuando se acabaron sus ahorros; solo un amigo lo ayudó con comida y dinero. No obstante, le dio mucho más que eso: “Mi amigo me habló del ministerio del Dr. Soares. Fui al sitio web de la Iglesia de la Gracia y les pedí que oraran por mí. Mantuve la fe en mi corazón y pocos días después me llamó la representación diplomática, diciendo que la visa había sido extendida”. Nardosh está seguro de que el Señor tocó los corazones de las autoridades en su favor. Ahora, consiguió un nuevo trabajo y está feliz: «¡Alabado sea Dios!»