Asia / Europa
Pablito – ¡Cuide su Bíblia!
VIVIR SIN MIEDO
Colaboradora del Señor, Maria do Socorro encuentra en la Iglesia, en la familia y en la fe la solución al síndrome de pánico
Brasil es el país con la tasa más alta de personas afectadas por trastornos de ansiedad en el mundo. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), nada menos que el 9,3% de la población brasileña tiene algún trastorno en esta área, como el trastorno de pánico. Él potencializa sentimientos como el miedo y la sensación de peligro inminente, aunque no exista una situación clara que lo sugiera. La autónoma Maria do Socorro Paes Lima, de 33 años, fue solo un número más en esta estadística, hasta que un verdadero encuentro con Cristo y el llamado a hacer su obra le dieron nuevas motivaciones para vivir. “Descubrí que tenía trastorno de pánico hace unos 14 años”, dice. “Seguí con un psicólogo y un psiquiatra y tomé fuertes medicamentos durante un tiempo, pero de vez en cuando tenía crisis”.
En esas ocasiones, la sensación era horrible: “No podía controlarme. No comía ni dormía bien, además de sentirme perseguida”. El detalle es que, ya que antes de desarrollar el problema, ella asistía a la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios en su ciudad. Sin embargo, algo le impedía establecerse en la fe. “Alrededor de 2016, tenía ganas de convertirme en colaboradora de la obra, pero me quedé callada y lo dejé pasar”. Pero, el Señor no desistió de ella. Al año siguiente, sintiendo el llamado del Espíritu Santo, hizo un pacto con Dios en la primera reunión en enero. “Hablé con el pastor y comencé a prepararme”, recuerda.
Solo que no fue así. “Mientras estaba en la iglesia, seguía practicando las cosas del mundo, y todo parecía ir bien. Sin embargo, cuando decidí dejarlo todo y servir a Dios, el maligno trató de acabar con mis fuerzas”. Poco más de un mes después, Maria do Socorro tuvo una crisis de pánico muy fuerte. “Incluso tenía miedo de ir a la iglesia”. Así comenzó una batalla emocional y espiritual. “Les dije lo que estaba pasando, y el pastor me ungió y oró por mí”. Allí se inició un proceso de liberación. “En ese momento, mi fe se despertó, luché y puse mi fe en Dios y dejé los medicamentos”.
El servicio en la casa del Señor fue fundamental en ese momento, ya que Maria do Socorro pasaba por una gran prueba. “Un día, al tratar de ir a la Iglesia, comencé a sentir miedo”, describe. Así que se rebeló contra esa situación y sintió como si un fuego saliera de sus manos, que hasta entonces habían estado frías. Poco a poco, las pequeñas actividades de la vida diaria dejan de ser un tormento. “Después de Dios, mi familia es mi base. Durante las crisis, cuando mi esposo tenía que ir a trabajar, mis hijas se ocupaban de todo; pagaban las facturas y hacían las compras”.
El siguiente paso de Maria do Socorro fue llevar a su hijo, Kauã, a la escuela. Ahora, toda mi familia sirve al Señor. Maria es una colaboradora orgullosa de su papel, en el que ayuda a otras personas a hacer el cruce de la oscuridad a la luz, como lo hizo ella. Sanada y completamente liberada de los medicamentos, ha encontrado la paz que siempre buscó en la Iglesia. “Era como si ese mal ya no me perteneciera. ¡Como si hubiera salido de una habitación oscura!”, describe, conmovida.